Ya sé que parece extraño cerrar un periodo en mitad de año, pero los que me siguen de aquí a unos años sabrán que suelo hacer un breve resumen de situación comentando qué he estado haciendo y qué proyectos futuros estoy ideando.
Como puse en el último twitt, parece que voy a cambiar de trabajo. Después de 20 años dedicados a la sanidad pública, pasaré a trabajar para la gestión informática de la educación pública. Ya sé que son dos de los sectores públicos más castigados por los recortes presupuestarios, pero al menos queda algo, no como en el resto de departamentos.
Lo primero de todo es volver a afirmar una vez más que no voy a dejar python. Agradezco los mensajes de ánimo para que continúe participando en la comunidad hispana de python, incluso alguna que otra oferta para trabajar en proyectos punteros. No voy a abandonar python, tan sólo se me ha quedado pequeño. Ahora cierro el año que me dí para hacerme experto programador en scala y este año que viene haré lo propio con R.
Hace varios años que no programaba nada en python para el trabajo. En realidad, mi labor ha consistido en mantener y terminar proyectos que dejaban inconclusos las empresas externas que iban quebrando y que dejaban todo sin documentar y sin metodología alguna. Ha sido mucho código “desestructurado” el que he tenido que leer y entender. Lo peor es que la actual situación económica de la administración pública no permite configurar un equipo de desarrolladores capaces de abarcar estos proyectos y, peor áun, si algún día salimos de la crisis y la administración pública vuelve a disponer de medios económicos, en primer lugar no habrá gente capacitada (habrán huido del pais si son inteligentes). Lo segundo, los dirigentes políticos no confían en sus funcionarios y optan por sacar estas funciones del control público a empresas externas que puedan manipular y de las que puedan beneficiarse en exclusiva.
Porque hay que decirlo bien claro: los datos de la administración pública deben ser públicos. No valen excusas para no publicar las listas de esperas de sanidad, ni saber cuántos contratos se hacen al mes, ni cuánto se cobran de dietas,… Como informáticos, conocemos que toda esta información se está introduciendo al día en el sistema, casi en tiempo real. El gran problema es que un político no cree en los datos, sólo cree en aquello que confirme lo que cree. Como leí hace poco en un libro1: “El propósito último del análisis de datos es convencer a otras personas que sus creencias pueden ser alteradas por los datos”. Y creo que es aquí donde los informáticos somos más temidos. Nos niegan ser parte de las juntas de dirección porque nuestros razonamientos se basarían en datos reales gracias a nuestro conocimiento integral de la estructura de la empresa. Somos demasiado poco manipulables para ser directivos.
Hay que exigir que la administración pública abra sus datos. Son de agradecer los primeros esfuerzos en opendata que realizan algunos gobiernos autonómicos; pero son datos muy escasos y limitados, casi ridículos en comparación con la cantidad total de datos que gestiona. Debería exigirse, por ley, que toda empresa que trabaje para la administración pública publique sus datos. Ya no sólo porque los ciudadanos queramos saber más, si no porque el dinero público debe beneficiar a todos, incluso a las empresas que no conseguieron el contrato y que quieran mejorar.
Padezco de cierto Síndrome de Casandra, pero si me preguntaran cómo pienso que será el futuro, imagino en un mundo inhundado de datos abiertos. La huella que dejaron generaciones pasadas en este océano de datos serían la base con la que investigadores del presente harían nuevos descubrimientos médicos y científicos. Datos que contradigan la manipulación del presente por políticos y multinacionales. En definitiva, un quinto poder para una Democracia más justa.
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“Doing Bayesian Data Analysis” por John K. Kruschke ↩